La Paz de Dios en Ti

David Wilkerson (1931-2011)

Una mujer cristiana se me acercó recientemente con una expresión bastante emotiva y me preguntó si había escuchado las últimas noticias sobre la agitación en Pakistán. “¿Puedes creer lo que está pasando?” ella preguntó. “Cada día es un día de malas noticias. Pakistán tiene capacidad nuclear. Los terroristas podrían tomar el control y algún ayatollah loco podría lanzarnos a una guerra nuclear”. Sacudiendo la cabeza, dijo: “Estoy realmente asustada. Las cosas se están saliendo de control”.

En este momento, la gente tiene miedo en todo el mundo. Estamos viendo el cumplimiento de la advertencia de Jesús, que llegaría un día en que el corazón de los hombres desfallecería de miedo al presenciar las cosas que vendrían sobre la tierra.

Ahora déjame darte una palabra clara del corazón de Dios, una palabra de aliento. A pesar de todas las noticias aterradoras, Dios todavía tiene todo bajo control.

Esta es la Palabra en la que nosotros, los creyentes, debemos estar de pie, mientras la tormenta ruge a nuestro alrededor, palabras que nos dio Jesús. “La paz os dejo, mi paz os doy; Yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). Estos son tiempos difíciles, pero en esos tiempos la Palabra de Dios se convierte en nuestra fuerza y esperanza.

“Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia. En ti confiarán los que conocen tu nombre, Por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron” (Salmos 9:9-10).

“Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; Me ocultará en lo reservado de su morada; Sobre una roca me pondrá en alto” (Salmos 27:5).

Yo creo que los días más temibles y preocupantes todavía están por venir. No veo nada más que una creciente desesperación para aquellos que no están diariamente en la Palabra de Dios y orando y hablando con el Señor. Es su Palabra la que levanta el ánimo y produce la fe. Disciplínate ahora para abrir tu Biblia en la mañana y comienza tu día animándote con sus preciosas promesas. Habla con el Señor, incluso mientras te preparas para el día. Pídele al Espíritu Santo que fortalezca tu fe y esperanza.