El Suave Toque de Jesús

David Wilkerson (1931-2011)

Alguien que lea esto necesita un toque de Jesús. Cuando el Señor ministró aquí en la tierra, sanó y restauró a los afligidos simplemente tocándolos. Cuando Jesús tocó a la suegra de Pedro, la fiebre dejó su cuerpo (ver Lucas 4:38-40). Él tocó el ataúd de un niño muerto y el niño volvió a la vida. Tocó los ojos de los ciegos, y pudieron ver. Tocó la oreja de un hombre sordo que luego pudo oír. Multitudes trajeron a sus enfermos y afligidos, y Jesús se tomó el tiempo para extender la mano y tocarlos a todos, sanándolos “Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase” (Mateo 19:13). El toque suave de Cristo lo cambió todo.

Si en verdad conoces íntimamente al Señor, has sentido el toque de la mano de Jesús. En tiempos de soledad, desánimo, confusión y dolor, clamaste desde lo más hondo de tu alma: “Señor Jesús, necesito tu toque. Necesito sentir tu presencia. Ven, Jesús y toca mi alma sedienta”.

Algunos necesitan un toque de Jesús en su mente. Satanás ha venido con sus principados inicuos para hostigar y sobrecargar la mente con pensamientos infernales, de incredulidad, no cristianos, temerosos, pensamientos de indignidad, pensamientos que disgustan a Dios. Los creyentes honestos te dirán que han experimentado estos ataques en su mente. Satanás está decidido a destruir nuestra fe y dependencia del Señor.

En las Escrituras, el toque de Jesús vino en respuesta a un clamor. No hay evidencia de que alguna vez él ignorara o rechazara tal clamor. Él no se apartará de ti, sino que responderá misericordiosamente a tu necesidad. En los evangelios, leemos: “He aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció” (Mateo 8:2-3).

Encuentra hoy un lugar a solas con Jesús y dile lo que dijo el leproso: “Señor, tú puedes. límpiame”. Ten la expectativa de que él, que no hace acepción de personas, te toque y te sane en mente, cuerpo, alma y espíritu. El brazo del Señor está extendido hacia ti, pero él espera ese clamor de auxilio que es también un clamor de expectativa.