El Arte del Contentamiento

David Wilkerson (1931-2011)

El contentamiento fue una gran prueba en la vida de Pablo. Después de todo, Dios dijo que lo usaría poderosamente: “Ve, porque instrumento escogido me es este, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (Hechos 9:15). Cuando Pablo recibió esta comisión por primera vez, “en seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que este era el Hijo de Dios” (Hechos 9:20).

Pablo no tenía prisa por ver todo cumplido en su vida. Sabía que tenía una promesa férrea de Dios y se aferró a ella. Por el momento, estaba contento de ministrar dondequiera que estuviera, testificando a un carcelero, a un marinero o unas cuantas mujeres en la orilla de un río. Este hombre tenía una comisión mundial, pero fue fiel en testificar uno a uno.

Pablo tampoco estaba celoso de los hombres más jóvenes que parecían pasarlo por alto. Mientras ellos viajaban por el mundo ganando judíos y gentiles para Cristo, Pablo estaba en prisión. Tuvo que escuchar informes de grandes multitudes convertidas por hombres con los que había luchado por el evangelio de la gracia, pero Pablo no envidiaba a esos hombres. Él sabía que un hombre entregado a Cristo sabe cómo estar abajo tanto como abundar. “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Timoteo 6:6-8).

El mundo de hoy podría decirle a Pablo: “Estás al final de tu vida ahora, pero no tienes ahorros ni inversiones. Solo tienes una muda de ropa”. Sé cuál sería la respuesta de Pablo. Él escribió: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios” (Romanos 8:18-19).

Que podamos decir con Pablo: “He ganado a Cristo. ¡Soy el ganador! He encontrado la perla de gran precio. Jesús me concedió el poder de dejarlo todo y retomarlo yo mismo. Bueno, lo rendí todo, y ahora me espera una corona. Solo tengo una meta en esta vida: ver a mi Jesús, cara a cara”.