El Amor de Dios Nunca Falla

David Wilkerson (1931-2011)

Después de leer el Salmo 13, quería enviarles unas palabras de aliento que extraje de este bendito capítulo.

El rey David escribió: “¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? (Salmos 13:1-2). Suena como si David sintiera que Dios lo había dejado completamente para sufrir, para despertar cada día con una nube negra cerniéndose sobre él. Durante una temporada, David habló desesperado: “Dios, ¿este sentimiento de aislamiento durará para siempre? ¿Cuándo serán contestadas mis oraciones?”.

Cuando los problemas nos asaltan, nos hundimos bajo la presión. En este momento, alguien que lee estas palabras se hunde bajo la terrible presión de una situación que parece sin solución. Están al borde de la desesperación total, esperando incluso el más breve receso de su prueba. Han formulado un plan tras otro, tratando de idear formas de salir de sus problemas, pero todos esos arreglos han fallado. Ahora no tienen nada más en qué pensar, ninguna solución viable. Están al final de todo.

¡Qué angustiante es ver un rayo de esperanza, un poco de sol, pero luego volver a sentir desesperación! Ten en cuenta que David experimentó las mismas luchas; y él era un hombre conforme al corazón de Dios. David testificó que tenía una gran confianza en el Señor, pero también pasó por momentos difíciles, como lo describe en este salmo.

¿Cómo surgió David de este pozo de desesperación? “Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Jehová, porque me ha hecho bien” (Salmos 13:5-6).

Déjame compartirte contigo razones para seguir confiando en Dios en medio de tus pruebas actuales. ¿Qué clase de Padre alimentaría a todas las criaturas de la tierra y, sin embargo, descuidaría a sus hijos? Jesús nos exhortó a “no pensar” en las necesidades y problemas de cada día, “porque él cuida de vosotros” (ver Mateo 6:25-34). En verdad, el Señor te ama y no hará oídos sordos a tu clamor. Aférrate a sus promesas. Espéralo con paciencia. Él nunca te fallará.