¿Dónde Está la Victoria?

David Wilkerson (1931-2011)

La mayoría de nosotros sabemos que el pecado está en la raíz de todos nuestros problemas, nuestro miedo, culpa, ira, depresión. Sabemos que estos nos roban la valentía espiritual y vitalidad. Lo que no sabemos es cómo vencer el “pecado que tan fácilmente nos asedia” (ver Hebreos 12:1).

Es una de las grandes promesas de la Biblia que la victoria sobre todos nuestros enemigos viene a través de Jesucristo nuestro Señor, pero ¿cómo sacamos el poder de su vid a nuestra pequeña rama endeble? Yo amo a Jesús, siempre lo he hecho, y sé que él tiene todo el poder. También sé que me promete la victoria, pero ¿cómo sucede esto?

Estoy empezando a ver un poco de luz en este misterio. Dios me está pidiendo que haga las siguientes tres cosas en mi propia búsqueda por el triunfo total sobre mi pecado.

1.             Debo aprender a tener hambre de santidad y odiar mi pecado. El pecado me contamina, y Dios no puede verlo ni aprobarlo. El temor de Dios es la base de toda libertad. No puedo esperar que me excusen o que me den privilegios especiales. Mi pecado debe ser confesado y abandonado.

2.             ¡Debo estar convencido de que Dios me ama a pesar de mi pecado! Dios odia mi pecado con un odio perfecto, mientras que al mismo tiempo me ama con una compasión infinita. Su amor nunca se comprometerá con el pecado, pero él se aferra a su hijo pecador con un propósito en mente: recuperarlo.

3.             Debo aceptar la ayuda amorosa de mi Padre para resistir y vencer. El pecado es como un pulpo con muchos tentáculos tratando de aplastar mi vida. Rara vez todos los tentáculos aflojan su dominio sobre mí a la vez. Es un tentáculo a la vez, una pequeña victoria a la vez. Dios me envía el Espíritu Santo con instrucciones claras sobre cómo luchar, cuándo correr, dónde atacar a continuación.

La batalla contra el pecado, los principados y las potestades es del Señor, no mía. Solo soy un soldado, peleando en su guerra. Dios quiere que yo crea totalmente en él y en su poder sobre el pecado y la muerte. ¡Mi parte es creer que Dios me sacará victorioso de la batalla!