¿POR QUÉ ABORRECE EL MUNDO A LA IGLESIA?

David Wilkerson

Un verdadero cristiano es amoroso, pacifico, perdonador y cuidadoso. Aquellos que obedecen las palabras de Jesús se sacrifican a sí mismos, son mansos y bondadosos.

La sabiduría común nos dice que no es natural odiar a aquellos que te aman, te bendicen y oran por ti. Más bien, la gente sólo odia a aquellos que los abusan, les roban y los maldicen. Entonces, ¿por qué los cristianos son tan odiados?

Jesús dice: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros…Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan 15:18, 20). ¿Por qué sucede esto?

La iglesia es aborrecida a causa de su misión, la cual es mucho más que decirle a la gente perdida: “Jesús te ama”.

Puede que te eches atrás sorprendido cuando te recuerde cuál es nuestra misión. Dicho de una manera simple, nuestra misión como cristianos es quitarles a los impíos lo que es más precioso para ellos: Su justicia propia. 

La cosa más preciosa para una persona mundana es su justicia propia. Piénsalo: Esta persona ha pasado toda su vida construyendo una buena opinión sobre sí mismo. Ha hecho un ídolo de sus buenas obras. Se alaba a sí mismo de ser realmente bueno de corazón y bondadoso con los demás. Él está seguro de ser suficientemente bueno para ir al cielo y demasiado bueno para el infierno.

Este hombre impío ha pasado años golpeando y cauterizando su conciencia. Él se ha enseñado a sí mismo a callar toda voz de convicción de pecado que viniera a él. Él disfruta una paz falsa y está tan engañado, ¡qué realmente piensa que Dios lo admira!

Y ahora, justo cuando ha callado la voz de su conciencia, tú, un cristiano, se acerca. Y la verdad que traes habla más fuerte que su conciencia muerta: “Si no naces de nuevo, no puedes entrar al reino del cielo”.

De pronto, eres una amenaza en la mente de este hombre. Eres alguien que quiere privarlo de su seguridad de que todo está bien con su alma. Todo este tiempo, él pensó que estaba bien, pero ahora tú le estas diciendo que todas sus buenas obras son como trapos de inmundicia.

Te digo, este hombre no te ve como alguien que trae buenas nuevas. No, en sus ojos, tú eres un atormentador, alguien que viene a quitarle su sueño tranquilo en la noche.